jueves, 15 de septiembre de 2011

EVANGELIO DEL DOMINGO 18 DE SEPTIEMBRE DE 2011



PALABRAS DE VIDA
La Salle

18 Septiembre 2011
25 Tiempo Ordinario (A)
Mateo 20, 1-16



Lectura de la Buena Noticia según San Mateo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: -«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." El replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿0 vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del Señor.

BONDAD ESCANDALOSA
             

Probablemente era otoño y en los pueblos de Galilea se vivía intensamente la vendimia. Jesús veía en las plazas a quienes no tenían tierras propias, esperando a ser contratados para ganarse el sustento del día. ¿Cómo ayudar a esta pobre gente a intuir la bondad misteriosa de Dios hacia todos?
Jesús les contó una parábola sorprendente. Les habló de un señor que contrató a todos los jornaleros que pudo. Él mismo vino a la plaza del pueblo una y otra vez, a horas diferentes. Al final de la jornada, aunque el trabajo había sido absolutamente desigual, a todos les dio un denario: lo que su familia necesitaba para vivir.
El primer grupo protesta. No se quejan de recibir más o menos dinero. Lo que les ofende es que el señor «ha tratado a los últimos igual que a nosotros». La respuesta del señor al que hace de portavoz es admirable: « ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? ».
La parábola es tan revolucionaria que, seguramente, después de veinte siglos, no nos atrevemos todavía a tomarla en serio. ¿Será verdad que Dios es bueno incluso con aquellos y aquellas que apenas pueden presentarse ante él con méritos y obras? ¿Será verdad que en su corazón de Padre no hay privilegios basados en el trabajo más o menos meritorio de quienes han trabajado en su viña?
Todos nuestros esquemas se tambalean cuando hace su aparición el amor libre e insondable de Dios. Por eso nos resulta escandaloso que Jesús parezca olvidarse de los «piadosos» cargados de méritos, y se acerque precisamente a los que no tienen derecho a recompensa alguna por parte de Dios: pecadores que no observan la Alianza o prostitutas que no tienen acceso al templo.
Nosotros seguimos muchas veces con nuestros cálculos, sin dejarle a Dios ser bueno con todos. No toleramos su bondad infinita hacia todos. Hay personas que no se lo merecen. Nos parece que Dios tendría que dar a cada uno su merecido, y sólo su merecido. Menos mal que Dios no es como nosotros. Desde su corazón de Padre, Dios sabe entenderse bien con esas personas a las que nosotros rechazamos.


Para la revisión de vida

¿Pienso que “tengo méritos” ante Dios? ¿Pienso que formo parte de «el pueblo elegido»? ¿O pienso en el fondo de mi corazón que tengo la ventaja de estar en una religión mejor (y que tengo a Dios «más de mi parte») que esos otros pueblos y civilizaciones no cristianos?
¿Soy de las personas que tienen una vida sometida a la comercialización de todo? ¿Qué proporción de mi vida es actividad gratuita?

Para la reunión de grupo

Hubo una espiritualidad –que subsistió hasta no hace mucho tiempo- muy centrada en los “méritos”: hacer méritos para conseguir la salvación, “aplicar los infinitos méritos de la misa”, rezar las oraciones con más “días de indulgencia”. ¿Qué pensamos hoy de los “méritos? ¿Podrían ser cuantificables? ¿”Merecemos” ante Dios? ¿Sería “amor puro” aquél que trata de conseguir “méritos” y lleva cuenta de los mismos?
El viejo catecismo distinguía entre dos formas de arrepentimiento o dolor de los pecados: la de “contrición” (motivada por el amor a Dios) y la de “atrición” (motivada por el temor al castigo merecido). ¿Se podría decir que, paralelamente, hay dos formas de amor, uno que ama a Dios por “puro amor” y otra que ama a Dios con la vista puesta en los “méritos para la salvación”? (Ejemplo del primer tipo de amor sería el del soneto atribuido a Santa Teresa, “No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido…”). Comentar estas ideas.
El influjo neoliberal, la actual exigencia de “competitividad”, hace que todo se calcule y se tase, que a todo se le ponga precio y costo. Ya no hay lugar para la colaboración gratuita, desinteresada, “por amor al arte”. ¿En qué observamos esto?

Para la oración de los fieles

v  Por la Iglesia, para que trabaje siempre con toda su ilusión, con alegría y con todas sus fuerzas en la viña del Señor. Roguemos al Señor.
v  Por los que nos proclamamos cristianos, para que tengamos presente que lo que nos debe caracterizar es el llegar a superar incluso la justicia, con el amor. Roguemos.
v  Por todas las personas, para que el amor abra los corazones de los que viven ciegos por el egoísmo. Roguemos.
v  Por los que sufren a causa de la constante violación de los derechos humanos, para que sean respetados, recuperen su dignidad y sus vidas se vean llenas de justicia y de amor. Roguemos.
v   Por todos nuestros seres queridos difuntos, para que gocen ya de la plenitud de la vida junto a Dios nuestro Padre. Roguemos.
v  Por todos nosotros, para manifestemos el misterio del amor de Dios en nuestro amor al prójimo. Roguemos.
 
Oración comunitaria

Querido Dios, que has puesto la plenitud de la Ley en el Amor a Ti y al prójimo; concédenos conocer, amar y cumplir tu voluntad para que tu Reino esté cada día más presente y palpable en medio de nuestro mundo. Por Jesucristo.

martes, 6 de septiembre de 2011

EVANGELIO DEL DOMINGO 11 DE SEPTIEMBRE DE 2011

24 Domingo T.O. - A